La ilusión quedó en un cuarto puesto. Errores tontos, suerte esquiva y una racha que duele contra Europa. Uruguay no pudo subirse al podio pero cerró el Mundial con la misma emoción que levantó al país entero. Que no termine acá...
De poco sirve analizar el partido con regla y compás. Cansado, dolido, tocado, Uruguay salió a jugar el premio consolación con el corazón. Por eso jugaron Forlán y Lugano, que lo hubieran visto por TV si no cargaran las agallas que tiene todo este plantel.
El típico partido aburrido, descolorido y olvidadizo se transformó en otro clásico mundialista gracias a Uruguay. Fue ofensivo, pasional e intenso. No especuló y se perdió el partido fue por un poco de mala suerte (el palo del final) y otro tanto de groseras equivocaciones que no es necesario señalar: sin Muslera no estábamos acá.
Alemania, jerárquico, trabajado y valiente, pegó como pegan los grandes y se lleva su segunda medalla de bronce al hilo. Sus jugadores lo festejaron y los hinchas también. “Danke” decían las banderas mientras el equipo de Low saludaba a todo el estadio.
Tienen tres mundiales y son la jalea futbolística de Europa: en dinero, organización, historia, público y tradición. Pero ser terceros para ellos es un logro, no una falla.
Por eso, desde Sudáfrica a Uruguay solo sirven aplausos para una selección que estuvo a un tiro, un tranque, un pitazo, un soplo del destino de ser tercero, segundo y quién sabe si primero. No hay que volver a los insultos malogrados que escupen para arriba.
Es bueno organizar esa caravana en Montevideo y en cada rincón de Uruguay, aunque el bus de los jugadores tal vez ni pise esas calles. Es bueno porque los jugadores lo merecen y la gente también. Todos demostraron que materia no falta. Solo herramienta.
El cuarto puesto no es el final sino el comienzo. La misma sobriedad que tuvo esta selección la deben tener las próximas, juveniles y mayores, adentro y afuera de la cancha. La misma serenidad que impusieron algunos dirigentes deben entenderla el resto: al fútbol uruguayo no deben sacarle el jugo, sino alimentarlo diariamente.
Respeto, inteligencia, coherencia, proyección… son solo algunos de los elementos de la nueva personalidad que, con Tabárez como cabeza, se le puso a la selección. Hoy es momento de festejar esos logros y empezar a desarrollarlos con ideas claras en el futuro.
Estar entre los cuatro mejores de Sudáfrica 2010 era imposible para casi todos. Disfrútenlo, y verán que si sigue así repetir en Brasil 2014 no será utópico.
De poco sirve analizar el partido con regla y compás. Cansado, dolido, tocado, Uruguay salió a jugar el premio consolación con el corazón. Por eso jugaron Forlán y Lugano, que lo hubieran visto por TV si no cargaran las agallas que tiene todo este plantel.
El típico partido aburrido, descolorido y olvidadizo se transformó en otro clásico mundialista gracias a Uruguay. Fue ofensivo, pasional e intenso. No especuló y se perdió el partido fue por un poco de mala suerte (el palo del final) y otro tanto de groseras equivocaciones que no es necesario señalar: sin Muslera no estábamos acá.
Alemania, jerárquico, trabajado y valiente, pegó como pegan los grandes y se lleva su segunda medalla de bronce al hilo. Sus jugadores lo festejaron y los hinchas también. “Danke” decían las banderas mientras el equipo de Low saludaba a todo el estadio.
Tienen tres mundiales y son la jalea futbolística de Europa: en dinero, organización, historia, público y tradición. Pero ser terceros para ellos es un logro, no una falla.
Por eso, desde Sudáfrica a Uruguay solo sirven aplausos para una selección que estuvo a un tiro, un tranque, un pitazo, un soplo del destino de ser tercero, segundo y quién sabe si primero. No hay que volver a los insultos malogrados que escupen para arriba.
Es bueno organizar esa caravana en Montevideo y en cada rincón de Uruguay, aunque el bus de los jugadores tal vez ni pise esas calles. Es bueno porque los jugadores lo merecen y la gente también. Todos demostraron que materia no falta. Solo herramienta.
El cuarto puesto no es el final sino el comienzo. La misma sobriedad que tuvo esta selección la deben tener las próximas, juveniles y mayores, adentro y afuera de la cancha. La misma serenidad que impusieron algunos dirigentes deben entenderla el resto: al fútbol uruguayo no deben sacarle el jugo, sino alimentarlo diariamente.
Respeto, inteligencia, coherencia, proyección… son solo algunos de los elementos de la nueva personalidad que, con Tabárez como cabeza, se le puso a la selección. Hoy es momento de festejar esos logros y empezar a desarrollarlos con ideas claras en el futuro.
Estar entre los cuatro mejores de Sudáfrica 2010 era imposible para casi todos. Disfrútenlo, y verán que si sigue así repetir en Brasil 2014 no será utópico.
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