Uruguay está entre los ocho mejores del Mundo. Se acabó el sufrimiento. Cuánto costó ganarle a Corea del Sur, que hizo transpirar a más de uno luego del empate de Lee Cheng Yong. No jugamos bien, y tendremos que mejorar muchísimo para seguir alimentando el sueño de alcanzar el podio sudafricano, pero bastó con dos maravillas de Luis Suárez para sellar el pasaje a cuartos de final. A disfrutar uruguayos; la Celeste, esa que se ganó el lugar 32 del Mundial al que entró por la ventana del repechaje, hoy rememora la historia. Después de 40 años, Uruguay otra vez está codeándose con los mejores.
Con aroma histórico. Uruguay venció por 2 a 1 a Corea del Sur y se metió en los cuartos de final del Mundial, con la garra y el sudor que nos caracteriza. La Celeste es así; nada es perfecto y todo complicado, como el partido de esta jornada que mantuvo al país en vilo durante los 90 minutos. La pelota en el palo que salvó el arco de Muslera a los cuatro minutos de juego ya marcó la tónica del trámite, duro de comienzo a fin y sin respiro.
Ni el gol de Suárez, tras gran error de la defensa surcoreana, pudo ponerle paños fríos al ritmo veloz y dinámico que propuso el equipo de Asia. Fue sorpresa; Corea del Sur le cortó los circuitos de juego a los dirigidos por Tabárez, que tuvieron que adaptarse a la propuesta del rival. Y quizás ahí estuvo el error. Uruguay le sirvió la pelota a los movedizos Park, el 10 Chu Young y el 7 Ji Sung, que manejaron los hilos creativos de su elenco “a piacere”.
El repliegue de Uruguay acercó la pelota al arco de Muslera, que armó su propio récord de imbatibilidad de 338 minutos. Corea se puso el traje de protagonista, y con la barrera defensiva de la gran figura de Lugano, no tuvo otra que probar desde afuera del área. Por suerte, ningún remate puso en duda la ventaja en el marcador, que no se aumentó por gruesos errores arbitrales que perjudicaron en el primer tiempo.
La tan mencionada ingenuidad en el fondo surcoreano se puso de manifiesto a la media hora de juego, cuando Suárez robó la pelota en el centro de la cancha, en mal estado por cierto, y se iba solo contra el arquero cuando el asistente alemán cobró offside. Sobre el cierre, una gran jugada de Maxi Pereira por derecha derivó en un tiro al arco que pegó en un brazo rival. Era penal claro, que solo Stark no vio.
El final del primer tiempo parecía que iba ajustar ese dominio de los asiáticos en el campo de juego. Uruguay tenía con qué liquidar el pleito, con la velocidad de Suárez en ofensiva y la cobertura de Cavani en todo el terreno. Edinson jugó, pasó, marcó y defendió con uñas y dientes cada pelota. Tan solo le faltó atajar con Muslera, y así terminó. Fundido tras el desgaste realizado.
A lo hecho por el delantero del Palermo, también se sumó la figura del Ruso Pérez. De la misma manera que entregó la vida ante México, el aguerrido volante no dejó pasar una. Su presencia en el segundo tiempo se agigantó de una forma increíble, aún cuando las cosas no salían y debíamos tranquilizarnos ante el asedio coreano. Es que Uruguay se puso el chip de las Eliminatorias y se olvidó del protagonismo que lo había caracterizado en la primera ronda del Mundial.
Cedió demasiado la pelota, y se replegó totalmente en su campo. El gol asiático estaba al caer. Los huecos comenzaron a aparecer y todo hacía indicar que la valla perdía el invicto. Y así fue, quizás de la forma más impensada ante la firme estructura defensiva uruguaya. Un tiro libre al corazón del área generó el error, y dejó a uno de los tantos Lee con la tarea de arrimar la pelota al arco. La salida desesperada de Musiera no impidió el gol, ese que era tan previsible y tan perjudicial para los intereses Celestes.
Pero sirvió. Fue un golpe al hígado, que en vez de tender al equipo sobre la cancha, lo llenó de esa garra mundialista de los años de antaño para ir a buscar la victoria. Uruguay salió de su escondite, se animó con la pelota y volvió a pisar el arco de Corea. En uno de esos tantos centros mandados, Luis Suárez agarró la varita mágica y chan. Pelota contra el palo, y grito de gol.
Corea intentó salir de su esquema errático por segunda vez, pero Uruguay no volvió a tropezar con la misma piedra. Ajustó los espacios con los ingresos tanto de Lodeiro como de Álvaro Fernández, y se dispuso a esperar el pitazo final de Stark, que también tuvo un segundo tiempo inolvidable al no amonestar al Ruso Pérez después de tantas faltas, y no cobrar un penal clarísimo de Cavani a favor de los surcoreanos.
Pero se acabó. Costó muchísimo. Volvieron las lágrimas de sudor, la transpiración más de la cuenta y el corazón en la boca. Aunque así es Uruguay, siempre lo fue. Hasta en aquellos años donde estar entre los mejores del Mundo no era sorpresa. La historia ya no es historia. Ya no es necesario contar los años, Uruguay hoy es uno de los ocho mejores. Tendremos que mejorar y descansar después de tanto desgaste físico pero, venga el que venga el viernes, a seguir disfrutando del Mundial. Por ahora, “festejen uruguayos, festejen”. La Celeste es uno de los ocho.
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